Cádiz siempre tuvo su parador. Lo que, como pasa con muchos otros destinos, era lo mismo que decir “su hotel”. A secas. Anfitrión desde hace décadas, desde las primeras del siglo XX, el Parador Atlántico lleva dos años puesto en pie como un repentino ave fénix hospedero que emerge casi desde las aguas de la bahía, en un extremo de la playa de La Caleta. Es parador, que nació como Hotel Atlántico allá por 1929 en formato de gran hotel, muy de la época, con un estilo de influencias morunas, también muy de la época, que enganchaba la corriente comercial de los puertos americanos y la Europa mediterránea. Ampliado en el año 1964, tuvo que ser demolido en parte en 1981 hasta su clausura definitiva en el 2009, cuando fue derribado en su totalidad para un año después comenzar las obras del nuevo hotel. Misma intención orgullosa de asombrar al mundo, y misma ubicación, entre la ciudad y el azul del mar, abierto a ellos y al parque Genovés, creciendo en su segundo año de vida al mismo ritmo que su entorno más cercano. El resultado de tan ambicioso proyecto descolocó por sus altas cifras de inversión, justificadas por adecuarse a la oportunidad del bicentenario constitucional y de la celebración de la Cumbre Iberoamericana de 2012.
La intervención tuvo que ser integral, lejos de cosméticas mejoras de chapa y pintura. Pero, a pesar de ser obra nueva, había que atarla a la memoria funcional del edificio previo, no como mero ejercicio de mimetismo, sino tipológico. La centralidad urbana y la proximidad al mar fueron los dos factores decisivos de localización. Los cambios en el trazado vecino, como la apertura del paseo marítimo por el frente actual, resultaron igualmente trascendentes para su mayor conexión con el casco histórico y con este borde marítimo. Es parador, decíamos, sigue siendo Hotel Atlántico, pero ya pertenece al siglo XXI.
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