Puede parecer una obviedad: para hablar de (casi) todo, hay que probarlo primero. En el caso que nos ocupa, más que nunca es obligatorio. Porque difícil es contarlo desde el boca-oreja, desde un confuso “según dicen” o incluso desde la cátedra de algún crítico erudito en la materia. Para hablar del Nakeima, la última gran novedad gastronómica de la capital del reino, un formato de cocina asiática ‘freestyle’, hay efectivamente que probarlo. En concreto, hay que hacer cola durante horas para luego, henchidos de orgullo por estar entre los únicos veinte comensales, pringarse los dedos antes de planear la siguiente visita. No vale que te lo cuenten, no vale hacer trampas, la cita hay que trabajársela, luego disfrutarla y, por último, contarla. En eso estamos… Ojo, que Nakeima suena a mundos lejanos pero en realidad la palabra tiene origen ‘galego’, como el de alguno de sus propietarios. Buena maniobra de despiste que dice mucho de lo que se traen aquí entre manos, sartenes y ‘woks’. El chivatazo corre como la pólvora durante estos primeros meses de rodaje de un negocio imprevisto que suma los entusiasmos de un par de jóvenes socios presentados por un tercer colega, también currante al otro lado de la barra. Un cocinero, Gonzalo García, y un empresario, Luis Gómez-Bua, lanzados sin red al olimpo gastro más ‘underground’. Un equipo de cinco mosqueteros -incluido el otro cocinero Roberto Martínez- rebotados de templos como el Nikkei 225, el Sacha o el DiverXO, que agitan el cotarro desde los fogones a ritmo de ‘hit’ bailable. El secreto de este ‘bulle bulle’ actual siempre es el mismo: un espíritu común insultantemente joven. Son las nuevas estrellas del ‘rock’.

 

 

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