El coctelero castellonense aprendió de sus padres cómo manejarse en el mejor laboratorio del mundo, una cocina, pero sabía que sus instrumentos tenían que ser algo más químicos y algo más alcohólicos

Yeray Monforte llegó a la Facultad de Químicas con ingredientes líquidos en la cabeza y muchas destrezas aprendidas en las manos. Lleva la hostelería en la sangre, puesto que sus padres son cocineros, y trabaja, casi desde que pudo hacer bien las cuentas, en el restaurante familiar.

Pero ese gran laboratorio que era para él la cocina no acababa de llenarle. Yeray quería hacer otras mezclas, pensar en otros contrastes, quizá más líquidos, quizá, por el camino que va la coctelería, ya en algo más gaseosos pero lo que era seguro es que quería cambiar los fogones por una barra.

De hecho, reconoce que lo que sacó en claro de la Facultad es que no se veía encerrado en un laboratorio tradicional y que lo suyo eran más los clubes y sus sueños empezaron a tomar forma cuando entró en La Ronería, el primer bar de Castellón, su tierra, donde empezó a especializarse en crear ‘gin tonics’. “Me quedé prendado desde el primer segundo”.

Entre recetas y nuevas mezclas, no sabe precisar qué fue lo primero que se le pasó por las manos camino de una copa, aunque se atreve a aventurar que. “seguramente, un mojito”.

Lo que sí tiene claro es cuándo fue su gran salto profesional: en el Sa Punta de Ibiza. “Ahí supe lo que era ser un ‘bartender’, pero sobre todo se convirtió en la parte más importante de mi aprendizaje pues todos los años me formaba con los mejores en su campo como Vicente Paulos, Javi Caballero, Patxi Troitiño, entre otros”.

Tras su paso por la ‘isla bonita’ vinieron otras aventuras muy fructíferas entre las cocteleras del Monkey Beach de Tenerife o La Madame de San Sebastián. “Actualmente estoy viviendo un sueño al ser el ‘head bartender’ en Dr.Stravinsky, una coctelería de Barcelona”, aclara Monforte.

Después de pasar por varias barras y dirigiendo ahora la suya propia, este ‘bartender’ castellonés es consciente de qué es clave en su coctelería y si tiene que elegir un destilado básico se queda con el ron. Ahora, si hablamos de técnicas, su imaginación se dispara a la par que su creatividad hacia terrenos mucho más elevados y, en algunos casos, casi divinos. “En los últimos tiempos estoy muy identificado con los cócteles con fermentación, y me encanta utilizar productos de la cocina mediterránea en mis mezclas, explica.

De hecho, Yeray Monforte es un defensor del concepto de coctelería como una variante de la gastronomía líquida como se habla de esta rama últimamente: “Nunca vamos a ser una cocina, pero hoy por hoy tras la dedicación que le ponemos, la maquinaria que usamos, el estudio que hay detrás, sí creo en la experiencia líquida del cóctel”, añade.

Con esta mecánica de agitación y preparación tan internalizada, no es raro que se le ocurran los cócteles más sorprendentes investigando productos gastronómicos en cualquier momento del día, dentro y fuera de su laboratorio, como haría cualquier buen chef. Eso sí, reconoce que los retos le marcan mucho y cuando es el momento de cambiar la carta o de presentarse a un concurso, las ideas saltan agitadas de su cabeza y de su coctelera.

“Estoy constantemente investigando nuevos ingredientes y pensando en recetas que se pueden hacer con ellos, pero mi creatividad se acelera cuando viene un nuevo menú al local o cuando tengo que crear un cóctel dirigido a una competición”, aclara. 

 

Leer el artículo completo en la revista