La categoría de esos vinos de vida intermedia, vinos que han pasado un envejecimiento de unos doce meses en barricas de roble, ocupa un hueco significativo en el mercado español. No es descabellado afirmar que cotizan alto. Los vinos crianza tienden a ostentar mayor peso en el consumo de aficionados y expertos, y las bodegas responden a dicha demanda. Caldos que desprenden aromas frutales nítidos, de madera equilibrada y fáciles de apreciar por todo tipo de paladares son cada vez más objeto de admiración, reconocimientos internacionales y fuente de buenas noticias. España practica precisamente una viticultura tan versátil que es capaz de elaborar etiquetas de crianza de gran calidad aptas además para todos los bolsillos. Denominaciones como Rioja, Ribera de Duero o Toro, pero también Montsant, Bierzo o Cigales, demuestran que sus crianzas son más que fiables gracias al buen comportamiento de los varietales tintos. Antes de proseguir, cabe reseñar que la campaña 2015/16 se cerró con un ‘stock’ total de 29 millones de hectolitros, un 9,6% menos que la anterior, según datos del MAPAMA (Ministerio de Agricultura y Pesca, Alimentación y Medio Ambiente). Una menor producción explicada en parte por la caída del vino sin DOP y por la reducción de las exportaciones en volumen, uno de los grandes sostenes del mercado del vino. Si nos centramos en el consumo interno, este mercado nacional arroja una tendencia estable, con cierto apunte de crecimiento, en especial gracias a la subida de un 10,7% en el canal Horeca (279 millones de litros), de acuerdo a datos ofrecidos por el OEMV (Observatorio Español del Mercado del Vino).
En dicho contexto, el Consejo Regulador de la Denominación de Origen Calificada Rioja confirma que, experimentando en 2016 un nuevo incremento del valor de sus ventas y consolidado su liderazgo en el mercado, la comercialización de los vinos con más valor añadido.

 

 

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