El chef, condecorado con la Orden al Mérito Civil, cuenta con diversos negocios centrados en ofrecer una gastronomía responsable con el medioambiente, la sociedad y la tradición

Hay quienes le comparan con el chef José Andrés por su compromiso social y medioambiental llevado a la práctica en todas las facetas de su vida. Pero Miguel Herrera prefiere estar alejado de los focos y centrado en conectar con su gente: jóvenes en riesgo de exclusión social, personas con discapacidad o un equipo de cerca de 100 empleados que viven y sienten como propios todos los negocios y proyectos en los que está involucrado. Miguel Herrera nació en Algodonales (Cádiz) en 1987, en el seno de una familia desestructurada pero donde había mucho amor. “La cocina me ayudó a quitarme todos los problemas que tenía en la cabeza. Tuve la gran suerte de tener gente que me leyera la cartilla”. Con tan solo 6 años las circunstancias personales le empujaron a meterse entre fogones, algo que despertó su curiosidad por la cocina. Con 16 años ingresó en la Escuela de Hostelería de San Roque y completó su formación en la Escuela de Hostelería Fernando Quiñones, ambas en Cádiz. Pasó por diversos ‘catering’ y restaurantes, incluso fue el oficial de cocina de la Diputación de Cádiz; una labor que compaginó con la de docente en la Escuela de Cocina de Jerez de la Frontera. 

Cuando decidió crear su propia empresa, tuvo claro que haría lo que estuviera en su mano para dar una oportunidad a personas que se encontrasen en la misma situación que vivió él de pequeño, ofreciéndoles una salida mediante formación y empleo en la hostelería. “A mí nadie me ha puesto las cosas fáciles, lo que no significa que no haya sido capaz de hacerlo”. Siempre fue una persona inquieta, trabajando allá donde había una oportunidad, y reconoce que esas experiencias le están sirviendo hoy en día, además de haberse rodeado de gente que dedicó su tiempo a enseñarle. Esas lecciones aprendidas son las que hoy en día pone sobre la mesa. Su empresa, Rustic Experience Andalucía, la constituyó “con 20 platos”, sin inversores ni ayudas públicas, que después ha ido capitalizando; “trabajando con dedicación, esfuerzo, sencillez y razonamiento”. El chef se ha convertido casi en un padre o un líder de jóvenes agradecidos, “chavales que vienen de barrios marginales, estudian sus carreras y necesitan dinero, porque no pueden pedírselo a sus padres”. Se considera recto y muy disciplinado ante ellos, a veces “terco y cabezón, pero esa actitud mía garantiza el trabajo de mucha gente”. 

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