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Es el ‘mixer’ por excelencia. Un producto que vive su época de mayor exposición, en los bares y en los hogares de España, y que aparece envuelto en una modernidad que le sienta como un guante. Sin embargo, la tónica no es novedad sino un invento con historia y tradición, la revolucionaria creación de Jacob Schweppe que, en 1783, acertó a aliviar los males de malaria que padecían la soldadesca del Imperio Británico en los territorios de Ultramar. Aquella solución de quinina, un refresco cuyo amargor se amortiguaba con limón y soda, pronto pasó a ser mezclada con ginebra, otro clásico inglés.

Más de dos siglos después, el ‘gin tonic’ es el combinado a batir, un superventas cuyo éxito no cesa y del que la tónica se aprovecha con márgenes para crecer en innovación y naturalidad. Es el ‘gin tonic’ (España es el segundo país del mundo en el que más se consume) la palanca para que el sector no deje de crecer y diversificarse. Pero no sólo de ‘gin tonic’ vive la tónica. Otros destilados (la coctelería es un factor clave) e incluso su consumo en solitario amplían las posibilidades del refresco de burbuja más blanca. Atrás quedan los tiempos en los que no se prestaba atención a la tónica porque tampoco había gran variedad de oferta sobre la que elegir. Hoy, la tónica se ha hecho mayor, aspira a ser cada vez más natural, y las estanterías hacen hueco tanto a la tónica más sencilla y clásica como a las de sabores variados.

Se multiplican hasta los colores. Ahora no todas son blancas y transparentes, sino azules (Nordic Mist Blue) y hasta rosas (Original Pink). Aparece el concepto de tónica Premium con fórmulas complejas que incluyen todo tipo de ingredientes exóticos (especias, hierbas, botánicos, frutas). Como reza uno de los lemas de la marca de tónicas Fever-Tree: “si tres cuartas partes de tu combinado es el ‘mixer’, escoge el mejor”. Por lo tanto, ya no es descabellado analizar las virtudes ‘gourmet’ de la tónica.

 

 

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