No son muchas las ocasiones en las que la palidez se asocia con la calidad. Esta condición es tendencia en los vinos rosados, pues cada vez gustan más los de color vahído, moda afrancesada, como cada vez se buscan más los sabores frutales, refrescantes. En pleno despegue y revalorización, la facilidad de su consumo convive con una complejidad también creciente. Los vinos rosados salen, poco a poco pero con fuerza, de su oscurantismo. De acuerdo, el rosado sigue siendo el hermano menor que mira de lejos al tinto y al blanco, pero ya no es el vástago feo de la familia. Adquieren prestigio conforme su cuota de mercado va aumentando en volumen. Francia y Estados Unidos siempre han sido los países que más aprecian estos caldos singulares, tanto que su consumo representa casi la mitad del volumen de rosados de todo el mundo. España, en su caso, es potencia exportadora de vinos rosados, siendo el segundo productor a nivel mundial, sólo por detrás de los dos países antes mencionados. Por ejemplo, tal y como expresó David Palacios, presidente del Consejo Regulador D.O. Navarra, en el Congreso Internacional del Rosado celebrado en marzo de este año: “el 30% de los vinos que se elaboran en la D.O. Navarra son rosados. El resto, tintos y blancos. En 2016 comercializamos cerca de 11 millones de litros de rosado. De ellos, 9 millones destinados al mercado nacional y el resto, para la exportación”. Navarra es, como cuentan desde Bodegas Chivite, “una tierra especialmente apta para cultivar las variedades de uva Tempranillo y Garnacha, que luego se transforman en grandes rosados”. Según el informe elaborado por Nielsen el año pasado, Navarra mantiene el liderazgo en España, con una cuota superior al 32%. En Hostelería llega al 36% mientras que en Alimentación se acerca al 26%. Los mercados internacionales donde más rosados de esta denominación se comercializan son Reino Unido, Alemania, Noruega y Holanda.

 

 

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