La Cebichería de Trafalgar abre sus puertas en Madrid, tomando como base el cebiche, el plato clásico de la gastronomía peruana declarado Patrimonio Cultural del país andino, y evolucionándolo con guiños a la cocina ‘nikkei’. Todo de la mano del chef peruano Jaime Monzón

La gastronomía peruana está en auge, sin embargo son pocos los restaurantes que han apostado por centrar su carta en el elemento central de esa cocina: el cebiche.

Con la idea de trasladar esos espacios tan presentes en el país andino, un grupo de empresarios  junto con el cocinero peruano Jaime Monzón han creado La Cebichería de Trafalgar, con el objetivo de acercar a Madrid un concepto que, hasta ahora, no está muy presente en España.

Así, tomando como inspiración los platos que preparaba su abuela Gloria, en los que el ají amarillo es uno de los ingredientes principales, Jaime Monzón ha ideado para La Cebichería de Trafalgar una carta en la que los cebiches son uno de los platos estrella, tanto en su versión más tradicional, como el cebiche clásico peruano, como en la más actualizada, como los cebiches de atún rojo o el de salmón.

En ninguna cebichería pueden faltar las causas (La Cebichería de Trafalgar las propone de pulpo, ‘txangurro’ o pollo) y los tiraditos, como el de pez mantequilla con leche de tigre de maracuyá o el de salmón. Para los más carnívoros, Monzón ha creado el taco de tartar de ternera, el arroz con pato confitado o los molletes de panceta confitada y el de lomo salteado.

Capítulo aparte merecen los postres, como el Arroz con leche con sorbete de mango y maracuyá, y el Pisco es la estrella de la carta líquida, una bebida que puede tomarse sola o en forma de cóctel.

El interiorista Ricardo de la Torre ha sido el responsable de concebir La Cebichería de Trafalgar como una pescadería. Así, el espacio, ideado en dos plantas, cuenta con una impresionante barra de mármol, que recuerda a las de las pescaderías antiguas, para seis personas, en la que los comensales pueden disfrutar de cómo se elaboran los platos gracias a una cocina vista. En el local todo hace ilusión al mar, desde los colores y los materiales hasta las vajillas. Y un detalle más: entrar al baño es como hacerlo a una cámara frigorífica.

 

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