En una de las calles de Gràcia, 14 de la Rosa seduce como coctelería de barrio. Clásica pero con sabores impolutos nada desgastados. Una personalidad única y atemporal para beber sin mirar el reloj

Hablar de coctelería y discreción hoy puede parecer una anomalía. La agitación que caracteriza a parte del sector en estos últimos años obliga a fijarse en liderazgos, eventos, listas. A veces hasta da la sensación de poder beber a través de las redes sociales. Sin embargo, el fenómeno del cóctel en la actualidad permite tomarse de vez en cuando algunos respiros. 14 de la Rosa es un bar idóneo para descansar de esta fiebre y limitarse a beber muy bien. Sin más. Ni menos. 

Para muchos, sigue siendo una especie de secreto. Este “petit café” abierto en 2018 por el británico Dean Shury no está en primera línea de fuego. Escondido en las callejuelas de Gràcia, sustituyó al popular Astrolabi –en realidad, el último inquilino fue otro que no dejó poso– casi a la chita callando y poco a poco su buen hacer ha ido calando de boca en boca. Algo así como Savas en el madrileño Lavapiés, 14 de la Rosa –otro estilo, pero no tanto– es perfil bajo y clientela fiel, es coctelería de barrio. “Me encanta Gràcia, es un barrio muy creativo y tiene muchos pequeños bares y restaurantes fantásticos”, contesta Dean al por qué de una ubicación tan fuera de circuito. “Me gusta que conozcamos a nuestros invitados por su nombre. Sin nuestros locales habituales no habríamos superado la pandemia”, reconoce. Justo en esos meses difíciles lanzaron una propuesta de cócteles RTD que remarcaba su gusto clásico. 

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