El cava es alegría. Y ahora debe demostrarlo más que nunca. Un producto tan ligado a Horeca, está obligado a superar las adversidades de la crisis global actual, afianzando su músculo exterior, haciéndose aún más gastronómico y demostrando su voluntad ecológica. Pero, sobre todo, diferenciándose con la calidad por (única) bandera

Las burbujas son tendencia desde hace tiempo y el cava quiso subirse a esa ola. Siendo además un producto muy gastronómico, empezó por fin a ser cada vez más conocido y reconocido en todo el mundo.

Este tenía que haber sido un ejercicio de consolidación al alza para el cava. El pasado 2019 había sido un año positivo en cuanto a producción al conseguir la segunda mejor cifra histórica: más de 249 millones de botellas de cava producidas a nivel global, un 2,07% más respecto al año anterior. Las ventas exteriores más o menos se mantuvieron en el récord de exportaciones alcanzado en 2018 más de 165 millones de botellas con destino internacional, lo que sostenía el empuje del cava en los mercados foráneos siendo además la primera denominación de España en volumen de exportaciones. Un producto con evidente vocación de expansión exterior, cuyas dos terceras partes de producción se destinaban fuera. El cava se disparaba en nuevos mercados como Japón (+27%), Suecia (+30,03%), Rusia (+29,94%) o Polonia (+43,79%), manteniéndose en mercados históricos como Alemania, Bélgica o Estados Unidos. Dentro, la evolución del consumo de cava en valor (-0,5%), según datos de AC Nielsen, supuso un leve descenso respecto al ejercicio anterior pero fue menos negativo que la de volumen (-1,3%), lo que indicaba que se tendía ya a consumir cavas de mayor precio unitario. Y el cava ecológico andaba disparado con un incremento de producción muy notorio: +31,51%. Pero llegó 2020 y la pandemia.

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