Dos jóvenes cocineros con un ambicioso proyecto rural se han convertido en la sensación gastronómica de 2021 y aspiran a logran una estrella MichelIn con su último proyecto

A Javier Sanz y Juan Sahuquillo el éxito ha llamado a su puerta. Estos dos jóvenes cocineros de 23 y 24 años, han sembrado la semilla de una revolución culinaria en Casas-Ibáñez, una localidad de poco más de 4.000 habitantes en La Manchuela albaceteña, a 35 kilómetros de Albacete y a 10 minutos de Alcalá del Júcar. Ellos son los responsables de convertir un negocio familiar de casa de comidas en parada obligatoria y destino gastronómico. Este año se han alzado con el premio “Cocinero Revelación” de Madrid Fusión, la máxima distinción en el sector, y otros dos reconocimientos más en este congreso: Mejor Croqueta del Mundo y Mejor Escabeche. Fue una sucesión de trabajo, cariño y ser conscientes de lo que hacen, nos cuenta Javier. Durante la pandemia habían dedicado tiempo a pensar en el negocio, en cómo iban a abrir después y hacerlo con fuerza. Y esa fuerza fue su impulso para darlo todo en el concurso, donde solo había una opción posible: ganar. Durante los 10 meses previos se dedicaron a trabajar con tesón, conscientes de que esa exposición mediática y culinaria entre los profesionales del sector implicaría un gran cambio para su negocio y su futuro. “Siempre hemos tenido la ambición de soñar a lo grande”, explica. 

Su historia nace de una fuerte amistad que les ha convertido en inseparables. Son almas gemelas que han bebido de la influencia de la cocina y la hostelería desde pequeños. La familia de Javier, dedicada a la hostelería. Y en la de Juan siempre se ha guisado mucho, lo que sirvió para despertar en él la pasión por la cocina. A los 16 años se trasladaron a Toledo a estudiar hostelería y esta formación les dio la visión sobre cómo profesionalizar una cocina, algo que habían visto desde niños de manera innata. Dos años después de esta intensa formación continuaron sus prácticas en Andreu Genestra (una estrella Michelin en Mallorca) y Atrio (dos estrellas en Cáceres). Más tarde llegaría el primer premio en un concurso nacional de una marca de cervezas, gracias a la cual, siguieron formándose con los mejores chefs del panorama nacional. Esta etapa les aportó una visión más innovadora y rompedora en la gastronomía, donde empezaron a descubrir cuál era el camino que querían seguir en esta profesión. Querían cocinar como sus referentes y tomaron la decisión más importante de sus vidas: volver a casa, tras casi seis años de formación. Tenían claro que querían trabajar en su tierra, aplicando los conocimientos de alta cocina adquiridos con los grandes cocineros a un negocio familiar que conocían a la perfección. Contaban con el apoyo de la familia y clientes para aportar su “vuelta de tuerca”.

Con más de 60 años de historia, Cañitas Maite era un clásico bar de carretera, situado en la Nacional 1 que conecta Albacete con Valencia, concebido como casa de comidas que atraía a una fiel clientela, principalmente, por su menú del día. El abuelo de Javier adquirió este restaurante que, con el tiempo, se convirtió en hotel. Después tomó el relevo su padre, Joaquín y su mujer Maite, y ahora es él quien está al frente del negocio, junto con su inseparable amigo Juan. El hecho de ser tan buenos amigos resulta para ellos una gran ventaja a la hora de tomar decisiones: “todo se acelera, es el doble de eficiente, doble de lógica, nos ayuda a que no haya errores, te ahorras pruebas…”, resume Javier. 

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