El pasado septiembre Alquímico aterrizó en el Gurú Lab de Madrid desde Cartagena de Indias. Parte de su equipo principal nos mostró algunas de las claves por las que es considerado uno de los bares más sostenibles, y humanos, del mundo

No se trata de la bebida, sino de la comunidad y la sostenibilidad”. Esas fueron las primeras palabras de Jean Trinh en la ‘masterclass’ de Gurú Lab con la que el bar Alquímico (Cartagena de Indias, Colombia) se presentaba a finales de septiembre en la Madrid Cocktail Week, siendo parte también de la celebración del 5º aniversario de Salmón Gurú.

Elegido el Bar Más Sostenible del Mundo en los ‘50 Best Bars’ 2020, Alquímico acudió a la cita con Jean, su fundador y propietario, con Miguel Mora, líder de experiencia y hospitalidad del bar, y con el brasileño Márcio Silvia, una de las personalidades más influyentes de la industria (puesto 19 en ‘Drinks International’) y colaborador reciente de este proyecto de éxito tras dejar Guilhotina, su bar de São Paulo en el que se “perdía la cabeza”. 

Antes de mezclar cócteles, el equipo puso en contexto el bar, ubicado en un imponente edificio republicano del centro histórico de Cartagena, en el Caribe colombiano. Inaugurado como Alquímico en 2016 con apenas cinco empleados, hoy la plantilla está formada por más de cincuenta personas, figura en el puesto 47 de la lista ‘50 Best Bars’ y se vanagloria de ser un bar responsable que a través de sus tragos cuenta la biodiversidad –la segunda más grande del mundo– de Colombia, la puerta natural a Sudamérica.

Sol, colorido, mestizaje, calor todo el año, ascendencia indígena y africana, diversión… El paraíso ideal para desarrollar un concepto de bar dentro de una mansión colonial de tres plantas de principios del siglo XX. Cuando Jean se fija en ella hace cinco años no pasaba de ser la vieja sede de un almacén de zapatos en ruinas. Nacido en París y de padres vietnamitas, Jean llega a Colombia en 2013 casi sin dinero pero consigue invertir en la apertura de Alquímico. Suelo y columnas originales, techos de cuatro metros de altura, escalinatas, balaustrada… En poco tiempo, un bar-teatro.

En el primero piso, de 115 metros cuadrados, 85 puestos sentados y una lujosa barra cuadrada. Desde la calle se ve el botellero con frascos infusionados. En el segundo piso, una ‘mezzanine’, 40 puestos, una segunda barra y cocina. Arriba, un ‘rooftop’ con vistas donde se baila y se suda.

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