Mantenerse en un mercado, donde la oferta es un continuo ir y venir, es una cuestión digna a tener en cuenta, además de ser mencionada. Llegar es fácil, mantenerse no lo es tanto. El trabajo, el esfuerzo, la constancia y la cultura de ofrecer lo mejor, acompañado de un buen servicio a la clientela, son los detonantes de la perdurabilidad con el paso del tiempo.
Esto es algo que, desde el primer día, han sabido hacer suyo los hermanos Ruiz Parrondo, cuando decidieron abrir en el número 35 de la madrileña calle Menorca su primer local, la sidrería Carlos Tartiere, hace ya 20 años. Establecimiento, al que le sucedió, en el número 33 de esa misma vía, el restaurante-sidrería Couzapin hace 9 años; y a éste, a su vez, le ha seguido la Taberna El Fontán, abriendo sus puertas hace escasamente un año en pleno corazón de la capital. En la Plaza de Canalejas se ha colgado este letrero, con el nombre de El Fontán, haciendo alusión al mercado y plaza de abastos de Oviedo, como señala Roberto Ruiz, durante nuestra agradable conversación.
Raíces asturianas que ponen de manifiesto, de alguna manera, en sus locales, que se avalan de una auténtica cocina de mercado, abastecida en gran parte con producción propia. “En Asturias tenemos una granja donde producimos muchas de las cosas que servimos en los restaurantes. Tenemos fabes de cultivo propio controlado, además de contar con ganadería propia”, detalla Ruiz.
Centrándonos en el último miembro de este clan gastronómico, Roberto expresa que en la Taberna El Fóntan “quisimos trasladar nuestra filosofía de buen producto y materia prima de calidad, además de la buena atención al cliente en el centro de Madrid. Parece ser que la oferta en el centro de las ciudades ha quedado un tanto “desmejorada y abusiva” para los turistas. En esa apuesta, quisiera que me acompañarán el resto de hosteleros de la zona centro para que la imagen de Madrid sea impecable para la persona que viene de fuera, señala”.

 

 

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