Un hilo conductor: el amor. Un resultado: el éxito. La obra del dramaturgo Jacinto Benavente, La Malquerida, cuyo nombre encarna una taberna homónima muy española, que evoca aquellas de principios del siglo pasado. La Ópera Carmen, que desencadenó un ‘feeling’ con Constantino García Martínez, alma máter de este local, que apareció en escena hace dieciséis años en Valencia, el cual se lleva de calle a los corazones, como esas grandes obras citadas, y que conquista desde entonces a los paladares oriundos y foráneos de cualquier clase y condición. Personas del mundo de la Universidad (al estar situado en la zona universitaria), del deporte, de toreo, del espectáculo… “Nuestro local ha sido utilizado como escenario para muchos programas de televisión, como fondo para fotografías de equipos de fútbol, incluso en él se han rodado películas”, señala Constantino García Martínez durante nuestra agradable conversación. La taberna La Malquerida se encuentra en plena adolescencia, pero es fruto de un ‘savoir faire’ que comenzó hace muchos años. Aunque esta taberna es el proyecto más personal de Constantino, como el mismo apunta, su vida hostelera data de mucho atrás ya que su familia viene regentando establecimientos de hostelería desde hace 75 años, siendo su abuelo, natural de Riba-roja, el que puso la primera piedra profesional en este sector cuando creó una bodega. En 1941 se estableció en Valencia capital y sedujo a su propio hijo y a su nieto en el arte hostelero que, si bien éste miembro de la tercera generación iba para historiador, el destino de la tradición familiar se impuso haciendo descubrir a Constantino su férrea vocación por esta profesión. “Me di cuenta que la relación con el cliente es una cosa que me encanta y sentí que la hostelería era mi vocación, observando que había mucho por descubrir en este campo. La formación continua europea me permitió acceder a una serie de conocimientos que yo no podía imaginar. Me fui formando y me apasioné cada vez más. Realizando un máster de Esade, el profesor nos hizo ver cómo podíamos aplicar a una pequeña empresa, como puede ser un restaurante o un bar, todas las herramientas de las grandes empresas. Y dada mi parte ‘marketiniana’, que la tengo muy marcada, me entraron ganas de hacer muchas cosas. Yo colaboraba con mis padres, pero cuando descubrí ese mar infinito de posibilidades dije: quiero se hostelero. Hoy puedo decir que aplicando esas técnicas de ‘marketing’ he mejorado como hostelero y, por supuesto, la calidad del servicio que ofrecemos a los clientes”, comenta Constantino.
Así se erigió en el número 53 del ‘carrer’ Polo y Peyrolón, un local que derrocha estilo español y un atuendo tradicional muy acorde, revestido de azulejos “con motivos andaluces y goyescas, todos relacionados con el mundo del vino y del toreo” -como detalla su propietario-. “Queríamos dignificar el concepto de taberna y pretendía que el vino tuviera un papel protagonista, ya que soy un amante del mismo y tengo la formación de sumiller, y que la cocina ofreciera nuestras tapas españolas y raciones, elaborada con buenos productos y caracterizada por su buena relación calidad-precio. En fin, nuestra forma desenfadada de comer y nuestro estilo”, explica.
Unas doscientas referencias vinícolas se pasean por su carta haciendo honores a las Denominaciones de Origen españolas y, por supuesto, a las de la zona como son las D.O. de Valencia, Alicante, Utiel-Requena y Murcia; incluso vinos de corte internacional como franceses, italianos, húngaros, como los Tokaji, o alemanes. Además, también sirven el vino por copas. “Tenemos unos 20 vinos por copas que rotamos. El sumiller debe estar pendiente de los deseos del cliente; siempre preguntamos el tipo de vino que le gusta a la clientela para ofrecer un vino de su agrado y de excelente calidad-precio”, afirma Constantino. Pero, además, ofrecen un servicio de descorche si el cliente desea llevar su botella de vino por un precio de cuatro euros, como apunta él mismo.
Etiquetas que armonizan con menús gastronómicos. “Principalmente hacemos los maridajes con grupos corporativos, ya que realizamos todo tipo de catas y muy divertidas. Una vez hicimos una en la que había que asociar un vino a una película con su banda sonora y fue un éxito”, manifiesta.

 

 

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