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El consumo de tónica en España lleva casi una década en crecimiento gracias sobre todo a la moda del ‘gin tonic’ en todas sus versiones. Las empresas sacan cada vez más variedades que diversifican el mercado y actualizan un producto que surgió hace siglos

España, como en muchas cosas, se subió tarde al carro de la tónica pero supo hacerlo a lo grande. Esta bebida tradicionalmente transparente, con un toque amargo y muchas burbujas empezó a popularizarse en los bares españoles en los años 60 y un poco por contraposición con los refrescos de sabores dulces como la cola, la naranja o la limonada. Era entonces, una propuesta original, algo diferente.

Sin embargo, la tónica es una bebida con una larga tradición y con más de dos siglos de historia. En los orígenes se utilizaba con fines medicinales gracias a la quinina que la compone. Este elemento es un alcaloide natural que otorga a la tónica su característico toque amargo pero que también es beneficiosa para el organismo por sus grandes propiedades curativas, según explica la Asociación Nacional de Fabricantes de Bebidas Sin Alcohol (Anfabra).

Aunque los nativos americanos ya utilizaban la corteza del quino para sanar, su consumo se popularizó a finales del siglo XIX, en tiempos del Imperio Británico, cuando los soldados ingleses que viajaban a la India y a África trataban de combatir la malaria y otras fiebres tomando quinina mezclada con limón y soda, pura tónica.

 

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