La confluencia de culturas se entrelazan con el bienestar y el arte. Andrew Howlett, inglés, nacido en un pueblecito a una hora de distancia de la ‘city’ londinense, como el mismo me relata durante nuestra agradable conversación, pero residente en Sudáfrica durante muchos años, y Stephanus Steenkamp, sudafricano, ya venían del mundo de la hostelería, en ese país soberano de África Austral, “donde tenían un pequeño hotel en Ciudad del Cabo”, como detalla Andrew Howlett. En busca de una vida más tranquila, el destino les trajo hasta territorio español hace casi tres años. “Queríamos encontrar un negocio en el Mediterráneo y estuvimos buscando en Italia y Francia, pero al final hallamos una pequeña panadería en España, que no siendo nada atractiva, cuando la vi pensé que era una gran oportunidad, porque se trataba de un negocio para todo el año, al estar ubicada en el casco antiguo de Palma de Mallorca, muy cerca del Ayuntamiento”, comenta Andrew Howlett.
Una actividad, carente de carácter estacional, que llevaba abierta al público desde hacía siete años, rezando en su puerta Café Bagel. “En 2012 llegamos a Mallorca y durante un año seguimos con la actividad y con el local tal cual estaba, que era viejo y nada bonito, pero nos servía para entender cómo iba a funcionar el negocio. En enero de 2013 fue cuando nos dispusimos a realizar una reforma en el establecimiento que duró tres meses, pero el resultado fue un cambio completo, nuevo ‘look’, nueva maquinaria… Nada tenía que ver con lo anterior, sólo el producto que hacíamos: los ‘bagels’, unos panecillos redondos”, afirma Howlett.
Hoy su nombre es Bagel, sin más, y la distinción la ha implantado en la isla. “No hay otro sitio en las Baleares que hagan ‘bagels’ como nosotros, los hacemos de forma tradicional, se ponen en agua hirviendo unos minutos antes de hornearlos. El trabajo es mucho, de hecho, para realizar 25 ‘bagels’ se requieren casi tres horas, argumenta Andrew.

 

 

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