A la belleza se le ha dado forma. La madre naturaleza dispuso de un entorno privilegiado al pueblecito barcelonés de Ametlla del Vallés, sin dejar nada al azar. Extendió sus frondosas extremidades para abrazar a esa población, como también lo hace con el espacio destinado a encuentros deportivos. Así, su campo de fútbol se presentaba en estado puro, envuelto por un estupendo bosque. Un espacio natural, idílico, para fomentar en él el amor por el deporte en sí mismo. Un lugar, al que, con el tiempo, la acción del hombre, quiso dotar de instalaciones. Unas instalaciones que valorizan aún más ese lugar y que llevan por bandera esa línea distintiva que le caracteriza. Ideado, pensado y hecho. Hoy el campo de fútbol de Ametlla del Vallés enseña al mundo su obra de arte, puesta en marcha por dos papás que llevaban a sus niños a jugar al campo de fútbol Josep Costa. En la actualidad es Sergio Mor quien lleva las riendas del local Campus Bar. Un establecimiento con una arquitectura de rompe y rasga que lleva la firma del cuñado de Mor, el prestigioso arquitecto e interiorista Ignacio Herrera. “Quisimos hacer un concepto de bar de campo de fútbol diferente. Queríamos algo más. Propuestas culinarias más sofisticadas, servir cenas por las noches y contar con música en directo. Lo expusimos al Ayuntamiento, y nos encargamos del proyecto pretendiendo que fuera un local muy agradable, además de dar una visión global sobre el campo. Construimos un edificio de cristal y madera, con unas cristaleras muy grandes, que se presenta como si fuera un palco, ubicado dentro del campo pero al mismo tiempo fuera, ya que tiene acceso independiente. Un espacio muy acogedor, con una capacidad para unas 90 personas, rodeado de verde, y a su vez en el centro del pueblo. Una estructura sufragada por nosotros, vista como una construcción de futuro para instalaciones deportivas, que adquirirá carácter municipal dentro de 20 años”, comenta Sergio Mor durante nuestra agradable conversación.

 

 

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