Hay que ver lo que condiciona lo que cada uno lleva dentro. El carácter es una gran fuerza que se impone, y que difícil resulta remar contra corriente. Nada más lejos de su intención tenía previsto llevar a cabo el barman italiano, Daniele Dalla Pola, cuando trazó su camino profesional. Escuchó los dictados de su corazón apasionado y se dejó llevar, haciendo de su profesión una prolongación de las bonitas cosas de la vida, de las que tanto está enamorado. Alegría, vida y pasión. Así, a grandes rasgos, se dibuja su “karma”. Además le gusta crear, estar entre la gente, y el trabajo duro no le asusta. Se mueve como pez en el agua detrás de la barra de un bar y aún no ha parado de divertirse preparando cócteles a los clientes, después de casi 30 años en la brecha. Eso sí, creaciones cocteleras a las que viste con traje ‘tiki’, porque como no podía ser de otra manera, su alma se siente exótica.
“Me gusta el sol, la playa, la fruta y el ron. La coctelería tropical la llevo dentro de mí. De hecho, tengo una foto con 18 años en la que estoy vaciando una piña. La tropical es una coctelería con color, divertida y agradable, que te hace sentir bien. Algo que refleja mi carácter”, afirma Daniele durante nuestra conversación.
Daniele es milanés, y su arte comenzó a demostrarlo en plena juventud por los locales de esa ciudad italiana, tan fulgurante siempre de tendencias. “Con 17 años empecé a trabajar en un bar de Milán haciendo cafés y ‘cappuccinos’, pero deseaba mucho que llegase el momento del aperitivo por la tarde para poder preparar otras cosas. Comencé haciendo el ‘Americano, el ‘Negroni’, los clásicos cócteles italianos como el ‘Martini’, el ‘Bellini’ y demás. En esa etapa, me vieron trabajar unos propietarios de un American Bar nocturno y me fui a trabajar a su local milanés donde preparaba cócteles clásicos como el ‘Alexander’, por ejemplo. Estábamos en los años 80, que fue una época muerta para la coctelería. Posteriormente, me hice ‘free lance’ y trabajaba para agencias y marcas. He sido uno de los primeros bármanes ‘flair’. En ese periodo había salido la película “Cocktail”, y yo vendía mi espectáculo a los locales a los que acudía con una bailarina, un dj… en fin, cada canción era un ‘flair’ diferente. A lo que hacíamos lo llamaba “bármanes acrobáticos”. Fue un periodo divertido”.

 

 

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