Bonita misión la de endulzar los paladares y, por ende, la de reconfortar el espíritu. Crear un mundo de sensaciones es la vocación de Trapa. La marca chocolatera de toda la vida cuenta con los avales de sus 125 años de historia, su importante ‘know how’, su talante innovador con la realización de nuevos y diferentes desarrollos de productos, y una mente aventurera que viaja por el mundo, sin perder el carácter artesanal de una producción que se lleva a cabo en una fábrica dotada de las instalaciones más modernas, en San Isidro de Dueñas (Palencia), situada entre las mejores de Europa, habiéndose invertido doce millones de euros en el desarrollo del área industrial para optimizar los procesos y mejorar las calidades.Los orígenes de Chocolates Trapa hay que encontrarlos en el año 1891 cuando un grupo de monjes se instalaron en el Monasterio Trapense de dicha localidad palentina y empezaron a hacer chocolate según los procesos tradicionales. En la década de los 60 del pasado siglo se fundó la fábrica, actualmente separada del monasterio por la carretera general, donde se elaboraron los primeros bombones que se hicieron en España. “Fueron los monjes quienes la fundaron, pero se vieron obligados a vender el negocio por problemas financieros. Luego la propiedad pasó por diferentes manos hasta que una familia palentina muy comprometida con su región decidió adquirirla; así en junio de 2013 nos incorporamos un nuevo equipo de gestión y retomamos el negocio que estaba casi parado, con una facturación que no llegaba al millón de euros, cifra que incrementamos el pasado 2016 hasta los 10 millones de euros brutos. Retomar las cosas cuesta trabajo pero seguimos creciendo, hemos montado una distribución propia muy extensa a lo largo del país. Nos enfocamos mucho a que las calidades sean muy altas, a que los desarrollos sean innovadores, mezclamos sabores como la frambuesa, el ‘cookie’, o el pistacho.

 

 

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