Ni bombo ni platillo fueron necesarios para anunciar la llegada del restaurante el Passadís del Pep, ni tan siquiera para que se diese a conocer en algún que otro continente. Surgió en la escena gastronómica de forma silenciosa, discreta, sin bulla ni algarabía. “El restaurante se inauguró hace 35 años y siempre ha sido un local sin letrero en la puerta. Su entrada es por una escalera de vecinos, a través de un pasillo, de ahí su nombre, y al final del mismo se halla el restaurante”, comenta Modesto Baena Arjona, responsable de la sala y su personal, que cuenta con un cuarto de siglo de experiencia en la casa. Su fachada no nació para dejarse ver, pero su carácter reservado en cuanto a la ubicación se refiere, no le hizo ser menos sociable, sino todo lo contrario, incluso es visto como destino gastronómico de artistas internacionales del séptimo arte como George Clooney, de la música, ya que algún miembro del grupo de música ‘rock’ británico Rolling Stone ha estado en el Passadís del Pep como comensal o el grupo U2, además de personajes políticos como Margareth Thatcher, que también ha saboreado las recetas de este local barcelonés. Un restaurante que no ha pasado desapercibido ni para la prensa más allá de nuestras fronteras. “Una vez vino una pareja de personas mayores con un recorte del New York Times donde salíamos nosotros -comenta con satisfacción Modesto Baena-. Asimismo, el restaurante ha sido mencionado como Mejor Restaurante de Barcelona durante dos años consecutivos en la Guía Zagat”. Eso por decirles algunos de sus reconocimientos.
Joan Manubens Figueras es el propietario de este establecimiento y dirige la cocina, pero su madre, Doña Pilar, fue una gran anfitriona al frente de los fogones de la casa, como me relata Modesto Baena.
En todos estos años, el Passadís del Pep ha ido cambiando de imagen, vistiendo sus paredes de colores y luciendo cuadros de pintores como Guinovart o Tàpies, en las que se deja ver también la piedra originaria, con algún retoque debido a su deterioro. Y la madera, que se cambió por el terrazo, brilla en su suelo, como señala Baena. Pero también ha variado la capacidad para albergar a la numerosa clientela. “Cuando se abrió era un local de ocho mesas y ahora puede acoger a unas 110 personas; además cuenta con varios salones privados de diferentes capacidades, para celebraciones particulares y de empresa”, comenta el responsable de la sala.

 

 

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