Cultura, no cabe duda. Ese es el término que forma la idiosincrasia del chef Marco Di Tullio, de su restaurante madrileño que, como no podía ser de otra manera, se hace llamar Casa Marco, de las actividades que en el mismo realiza y, por supuesto, del menú que con tanto mimo ofrece a los clientes, el cual se prepara a la enseña de un lema: “cocinar bien, para comer bien y vivir bien”, como el mismo Marco Di Tullio me relata durante el transcurso de nuestra agradable conversación. Como habrán podido imaginar, fiel a ese principio, en su casa no entra nada precocinado. “Todo lo elaboramos nosotros en el local, ya sea el pan, el hojaldre, la pasta fresca…, productos éstos que preparamos con la harina de la empresa Negrini. De hecho, el 80% del producto italiano que tenemos en el restaurante es de Negrini; llevo 20 años trabajando con esta empresa. Hay que comprar buenas materias primas para ofrecérselas al cliente”, así de contundente se muestra el chef.
Desde los 14 años lleva Marco embebiendo cultura gastronómica de su país natal. Nacido en la región de Abruzzo, ingresó en 1983 en la escuela de hostelería de Villa Santamaría, “un pueblo que es patria de los cocineros”, como detalla Di Tullio. Su camino culinario no había hecho nada más que empezar. “Gracias a mis profesores trabajé varias temporadas en diversos hoteles de mi zona, y en 1988 uno de mis maestros, que trabajaba también en Suiza, me llevó con él a ese país, estuve la temporada de verano trabajando allí, regresé de nuevo a Italia pero volví a marcharme a Suiza para quedarme durante un año y medio. En esta etapa, conocí a un ‘maître’ de un restaurante de un hotel en Cerdeña y, a raíz de ello, trabajé durante tres años todos los veranos allí y los inviernos en Suiza”, relata Marco.
Trayectoria entre fogones que le trajo también a la capital de España, porque el hotel de la isla italiana en la que trabajaba Marco formaba parte de una cadena que también tenía entre su haber al prestigioso hotel Palace de Madrid, al que vino en compañía de otro compañero en el año 93, dado que la cadena quería abrir un restaurante italiano en dicha estructura. Allí pasó tres años, dando el salto posteriormente al restaurante San Carlo en la calle Barquillo, del que se marchó con el tiempo para seguir haciendo currículum a otros restaurantes. Secuencia de idas y venidas que vio culminar con la apertura en el año 2000 de su restaurante homónimo en la madrileña calle de Gaztambide.

 

 

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