Al chef Benito Gómez, dos estrellas Michelin y dos soles Repsol, le gusta realizar una cocina sencilla. Platos llenos de sabor y de diferentes matices en su textura, en los que cada ingrediente tiene una función definida

Ingresó en la prestigiosa Escuela de Hotelería y Turismo de Sant Pol de Mar a instancias de su madre. Allí se debatía entre el mundo de la cocina o de la sala. Pero al final, triunfó el espacio de los fogones; detonante decisivo que le vino por la lectura del libro “El Bulli el sabor de Mediterráneo”, de Ferran Adrià; obra que un buen día cayó en sus manos. El libro le sedujo de tal manera que, desde entonces, su vida profesional transcurriría por esos derroteros, como me comenta el chef Benito Gómez durante nuestra agradable conversación.

Con esos estudios cursados y su selecta trayectoria por las cocinas de restaurantes como Jean Luc Figueras, las Rejas de Manolo de la Osa, la Alquería de Ferran Adrià en Hacienda Benazuza, y Tragabuches, Benito Gómez, ha dado vida a dos establecimientos en la localidad malagueña de Ronda. El primero en llegar fue Tragatá (denominado Tragatapas en el momento de su apertura en 2006), un local que, capitaneado por su esposa Mercedes Piña, con una carta dinámica y versátil ofrece una propuesta de tapas y de platos para compartir basados en el producto local, aunque con algún ‘ceviche’, ‘sashimi’o ‘tataki’, etc. Algunos años más tarde, en 2016, apareció Bardal, un restaurante que desde su puesta en escena no para de cosechar premios. Mejor Restaurante de Málaga 2017 otorgado por la Academia Gastronómica de Málaga; en 2018 consiguió su primera estrella Michelin y la segunda estrella Michelin en la edición de 2020 de esta prestigiosa Guía homónima. Además, el pasado mes de febrero, la Guía Repsol 2020 ha incorporado al restaurante en su categoría de dos Soles. Asimismo, el año pasado, el Ayuntamiento de Ronda entregó a Benito Gómez el premio Puente del Turismo 2019.

Benito, rondeño de corazón y barcelonés de nacimiento, ha querido rendir homenaje a Andalucía y a su serranía rondeña.

La cocina de Benito es sencilla, natural, sin postureo, bañada por la normalidad que él mismo la infunde. “Mi cocina se basa en caldos, reducciones, sofritos; asamos, freímos, me gusta mucho hacer guisos… Las elaboraciones en las que hay muchos pasos me aburren. Nos acercamos más a la sencillez, no a elaboraciones demasiado técnicas; los trampantojos y esas cosas no me identifican. Soy más de raíz. Creo que cada uno tiene que cocinar como siente y como cree. Para mí la cocina son aliños, la capacidad de mezclar bien y hacer combinaciones; pero respetando siempre mucho el producto. Se trata de una cocina muy normal, lo raro que tenemos nosotros es que somos muy normales”, explica el chef.

Además, añade: “Al igual que mi cocina, el servicio tampoco es emperifollado. He hecho mucho hincapié en la sala para que la gente cuando venga se sienta bien, porque yo creo que el público viene a comer y a estar a gusto. Nosotros queremos dar de comer bien a la gente, ser una casa de comidas, ofrecer hospitalidad, siendo el jefe de sala Marco Trujillo, y atender a los clientes con simpatía y amabilidad”, afirma Benito Gómez.

 

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