El joven chef del restaurante Monte, en Asturias, ha logrado un Sol Repsol, una estrella Michelin y una Estrella Michelin Verde en tiempo récord, en una aldea de 22 habitantes

Desde bien pequeño, a Xune Andrade (Lena, 1988) le llamaba la atención el sector hostelero, particularmente el papel de la gente detrás de una barra. Siendo un adolescente, sus padres le dejaron trabajar de camarero por las tardes, y ahí permaneció durante cuatro años. Le gustaban las finanzas y cursó un año de Administración y Dirección de Empresas, aunque al año de empezar decidió dar un giro a su formación y enfocarse en aquello que siempre le había despertado la curiosidad. Se matriculó en el curso de grado medio del Centro Integrado de Formación Profesional de Hostelería y Turismo de Gijón, pues era donde más se cocinaba, le dijeron. Sus padres, él minero y ella ama de casa, nunca le llevaron a grandes restaurantes; más bien visitaban mesones, donde comían calderetas, guisos o fabes; cocina de la zona. “Mis conocimientos eran limitados y al entrar en la escuela, todo me fascinó. Solo la formación me despertó un súper sueño”. Y ese sueño se materializó cuando su profesor Luis Alberto (Casa Fermín, Oviedo) le propuso realizar las prácticas en Casa Gerardo. “Nunca había visto una cocina de 300 metros, con 7 personas trabajando, todo impecable. Ni siquiera lo había soñado. Mi cabeza cambió y supe que era ahí donde quería estar”. Ese cambio de mentalidad fue el impulso que necesitaba en aquel momento para tomarse “la formación en serio”, coger libros e interiorizar lo aprendido. De Casa Gerardo pasó a Pedro Martino y después a un restaurante de menú del día “que era como la mili”. Xune debía apuntar maneras por aquel entonces, porque al año de entrar de prácticas en Casa Gerardo, Marcos Morán le ofreció un puesto de trabajo para poner a punto el ‘catering’. El asturiano supo aprovechar bien la oportunidad y siguió formándose durante sus vacaciones en ‘stages’ de grandes casas, como Celler de Can Roca o junto a Quique Dacosta. Quería aprender de los grandes, reconoce, y comenzó a trazar una línea muy definida del rumbo que tomaría su formación y experiencia. Fueron años muy intensos de su vida, porque quería aprender pero, además, viajaba mucho con Marcos Morán, desde China a México, coincidiendo con grandes compañeros, como Dani García o Sergi Arola. “Era un chaval, nunca había salido de casa y en aquel momento estaba rodeado de mucha gente. Quería absorberlo todo”.

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