Antes de dar paso al siguiente relato, cabe señalar la esencia tratada en el capítulo anterior: “Llegado a la ciudad italiana de Trieste procedente de Hungía, en el año 1933 Francesco Illy dio vida a su empresa. Influenciado por sus orígenes cosmopolitas e inspirado en el papel social que desempeñaban los cafés en la cultura ‘mitteleuropea’, desde el principio estuvo guiado por un sueño como era el de ofrecer el mejor café del mundo a todo el mundo, y movido por un objetivo: alcanzar una calidad total”.

Este fue el móvil de la construcción de su empresa. Su idea tenía conceptos nuevos y revolucionarios por los que Francesco trabajó toda su vida, tomando el relevo sus hijos y nietos y haciendo madurar esos conceptos, todo ello en un camino empresarial y familiar único. Podríamos visualizar ese camino como un imaginario relé generacional, en el que cada nuevo miembro Illy que se incorpora a la empresa realiza su contribución con la máxima expresión de su personalidad e interpretando la época a la que pertenece.

La primera etapa de esta ruta familiar la trazó Francesco Illy dando comienzo a su sueño. Como hemos visto, con su deseo de ofrecer a todos el mejor café del mundo, Francesco Illy hizo llegar un concepto convincente: la calidad total.

Una preocupación que tocaba cada dimensión de la empresa, siendo también por ello profundamente ética.

Francesco Illy tuvo una intuición vanguardista y mostró su dedicación a que la misma pudiese concretizarse y llegar a todas las personas implicadas. Cada acción individual, suya y de su empresa, así como las tomadas después de él, han tenido siempre ese objetivo inicial: hacer calidad contribuyendo así a construir calidad total.

Todo un gran reto que su hijo tomó en mano e interpretó a su modo. Ernesto fue el primer descendiente del matrimonio formado entre Francesco y su esposa Vittoria, nació en Trieste en 1925 licenciándose en Química en la Universidad de Bolonia. Un espíritu científico que llevó aún más alto el sueño del padre, dándole su propia huella personal.

Al fallecimiento de su padre en 1956, Ernesto tomó en mano las riendas de la empresa illycaffè que ya contaba con bases sólidas y se estaba abriendo a una dimensión internacional empezando con la fundación de la empresa en Suiza y siguiendo con Francia, Alemania, Estados Unidos, España. (Hoy en día la empresa opera en más de 140 países). Ernesto heredó el reto de su padre: el mejor café del mundo para todo el mundo, otorgándole un nuevo impulso siempre fiel a la enseña de la calidad total, convirtiéndose en el ADN de la empresa (y de la familia). Algo que fue posible con el aprovechamiento de su gran bagaje de conocimientos y su inclinación por las ciencias y dando un impulso decisivo a la innovación y a la investigación en las cuales la empresa ya era fuerte, llegando a ser verdaderos timones de illycaffè.

Con la creación del primer laboratorio de la empresa en los primeros años de la década de los sesenta, Ernesto puso la semilla de una superioridad en el campo del conocimiento, un hecho que pronto todos reconocieron a illycaffè. En el año 1965, Ernesto puso también en marcha la producción de té, que continuó durante veinte años.

En las manos de Ernesto, illycaffè adquirió una revalorización científica. Sus hijos, Riccardo y Andrea se preparaban para llevar adelante ese camino.

Con la llegada de Riccardo, la empresa entró en una nueva era. En 1977 el concepto de calidad total estaba preparado para asumir una dimensión completamente nueva. La intuición de Riccardo se hallaba en línea con las tendencias de su tiempo: la calidad no podía limitarse al producto, aunque si era considerada en todos sus aspectos, sino que debía involucrar al entero sistema de los servicios que lo rodeaban.

 

 

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