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                 incluso de hacerle sentir como un urba- nita con estilo y no como un extraño en el gran lío de la urbe, de relajarlo y de ofrecerle un servicio de gran nivel. Tam- bién se deja notar el entender la gastro- nomía no como un simple complemen- to del hospedaje o el demostrar que su ‘spa’ es realmente eso, un ‘spa’ y no una instalación más para salir del paso.
Ya la ubicación orienta al que llega. Una Barcelona de zona alta y de gente bien que apenas se asoma al interior ni a su cara más dedicada al ‘souvenir’ salvo por el paso motorizado junto al estadio del Camp Nou. Nada más vislumbrar la gran rotonda que es la Plaça de Pius XII, el edi- ficio que antes albergó el hotel Princesa Sofía se yergue poderoso ante el desem- barco del equipaje. Las puertas de cristal dan paso a un hotel, podríamos decir, muy consciente de sí mismo. El ‘lobby’ se abre inmenso en varios niveles. Este atrio co- ronado por espejos fragmentados ayuda a conceptualizar el espacio como un lugar que redirige todos los pulsos del hotel. De frente, varios mostradores, uno para llega- das habituales y otro para grupos, resuel- ven el trámite del registro; un escritorio más se encarga de los servicios auxiliares: a un costado, el rincón de espera y de tra- bajo; al otro, el acceso a las distintas ins- talaciones gastronómicas y los ascensores para enfilar las habitaciones. Puede abru- mar de primeras, pero el personal no deja que el recién llegado se pierda ante tanto estímulo inesperado. Al final todo acaba fluyendo y unas breves explicaciones per- miten en seguida tomar el control de la situación. Entre chispazos de modernidad, el hotel Sofia ya es del huésped.
Contra pronóstico, la bonita piscina no se eleva a las alturas sino que permanece a pie de calle, aunque afortunadamente ha sido camuflada por una empalizada ve- getal. El conjunto forma un jardín tropical pensado para el desahogo veraniego -y la foto en redes sociales-, con hamacas y camas balinesas. El consabido oasis ur- bano, claro, pero sin vistas. No muy le- jos, el ‘spa’, llamado precisamente Oasis, responde con sus 1.100 m2 de superfi- cie. De inspiración mediterránea, supo- ne una evasión real y efectiva tanto por
su atmósfera como por los tratamientos diseñados en exclusiva y personalizados por los terapeutas. Productos de rosa de Damasco procedente de Marruecos. Aceites y piedras volcánicas. Lodos del Mar Muerto. Cosmética de Natura Bissé. Método de belleza Indiba Deep Beauty, MécanoStimulation, Sistema Proionic, tec- nología Mobilift M6 facial... Destaca el Body Detox, ritual que se centra en una desintoxicación global de cara y cuerpo. Combinando un ‘peeling’ corporal con las citadas envolturas del Mar Muerto, más un drenaje linfático para movilizar las toxinas y líquidos del cuerpo, cierra el círculo con el facial ‘detox’ O 2 de Natura Bissé.
TEMPLO DE ARMONÍAS GASTRONÓMICAS
Como se ha anticipado, el Sofia pone en valor el capítulo gastronómico sin reparar en despliegue. En espacios diseñados por el interiorista Jaime Beriestain, el hotel abarca desde cocina del mundo a un cóc- tel, desde la opción grab&go al maridaje sensorial. Así, el día comienza fuerte con el desayuno bufé en la planta del ‘hall’. Co- modidad, luz y todo lo que pida el cuerpo todavía al ralentí. En la misma planta, Phi- losophia se destapa como un ‘book café’, una ‘boulangerie’ y una pastelería, con la posibilidad de recoger y llevar. Un local de aspecto ‘boutique’ en el que dedicarse a la fruta, las ensaladas, los sándwiches,
Foto cedida por el Hotel Sofía Barcelona. Philosophia
las cocas y las quichés, pero sobre todo a la repostería recién hecha (‘sacher’, ‘maca- ron’, ‘eclair’...) y al buen café.
También el inmenso vestíbulo alber- ga Impar, un restaurante presentado como un universo multigastronómico pero con el ancla en el Mediterráneo, algo así como un viaje de fusión entre oriente y occidente. Sus intenciones se revelan netamente cosmopolitas a los pies del hotel. A la carta, con barras de productos frescos, ‘show-cooking’ y te- rraza exterior, Impar es ducho en ofrecer ostras Amélie Fine de claire no3 o gildas, gambas fritas a la andaluza y tortilla de patata à la minute o coca de cristal con tomate, paella “Barcelona” o ‘tagliatelle’, setas trufadas o ‘pizzas’, pulpo a la brasa con causa limeña o crema catalana. Pero si ya es conocido el Sofia es por Be So, el gastronómico del hotel. A través de una especie de diálogo entre mundos y sensaciones, Carlos Tejedor y François Chartier ejercen de tán- dem que se retroalimenta como chef y creador de armonías, respectivamente. La fama de Tejedor le precede, desde la época de Via Veneto, si bien el gran público no está tan familiarizado con el hacer de Chartier, un canadiense afin- cado desde hace tiempo en Barcelona que desde su oficio de sumiller está revolucionando este campo demasiado sujeto a las tradiciones. Valiéndose de la ciencia, pasea por todo el mundo sus descubrimientos relacionados con insó- litos emparejamientos de alimentos, re- cetas, vinos y destilados. En Be So hay dos menús degustación: 7 Senses (120 euros por persona/maridaje: 65 euros) y 5 Senses (80 euros por persona/ma- ridaje: 45 euros). A cada plato le corres- ponde un número con una caja aromá- tica recomendada y confeccionada por François. En un mercado algo saturado de experiencias gastronómicas, la que aquí se propone tiene al menos una base de interés incluso científico.
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Foto cedida por el Hotel Sofía Barcelona. Be So
























































































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