Page 65 - Revista Bar Business 125
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                 sección coctelería
 te a la fría climatología de la ciudad. El equipo de Sinners Club siempre quiere celebrar el verano y la llegada del buen tiempo con nuevos tragos: “Hacemos dos cartas al año, una de invierno y una especial de verano donde adaptar la oferta al clima y al estado de ánimo”. Entre todo lo que se puede tomar, los preferidos por la parroquia son el ‘Hurricane’, con una receta clásica, el ‘Brandy Crusta’ o el ‘Café Irlandés’, un recuerdo en productos a la variedad más clásica de la coctelería.
Juan Valls no es nuevo en esto de las barras. Sus logros personales ya estaban consolidados después de una vida entre mezclas y nuevas técnicas en El Niño Perdido Cocktail Bar. Pero quería dar otro paso en su carrera y el Sinners Club era la oportunidad de apostar por bus- car a clientes diferentes con gustos mu- cho más específicos.
“Debido al bagaje del local estamos abiertos a todos aquellos clientes que quieran redescubrir un club que daban por conocido, pero que se van a sor- prender con la adaptación que hemos hecho a estos días”, aclara el ‘bartender’. Valls es consciente de que es un pro- ceso lento y que en el camino no sólo está en asentar a los habituales de toda la vida, sino en incorporar a recién lle- gados a sus puertas buscando quizá la música ‘jazz’ o quizá su barra.
A su favor cuenta con dos aspectos que han trabajado conscientemente: la am- bientación del club y su programación musical.
“La programación está a cargo de agen- tes y promotores externos que nos plan- tean las distintas alternativas. De esta forma, conseguimos una gran variedad de propuestas sobre las que elegir”.
El otro ingrediente del buen cóctel en el que se ha convertido el Sinners Club es la decoración: “A través del interiorismo
que nosotros mismos hemos diseñado, tratamos de contar una historia, con- textualizando la idea del local en una “recreación” de aquel famoso viaje del Habana especial”.
De hecho, tal y como está diseñada la decoración, el club cuenta con una par- te central del local que rememora al tí- pico ‘jazz club’ neoyorquino más puro y la otra mitad, que se encuentra tras una puerta de más de cien años, simbo- liza ya ese viaje en avión Clipper a La Habana. Un recuerdo del lujo que supu- sieron estos aviones de la Pan American World Airways que, además de ser los primeros en cruzar el Atlántico para co- nectar EE.UU. y Europa, colocaron a la capital cubana en una de sus paradas habituales tanto para el correo de mer- cancías como para el de personas.
Con esta inspiración marcada hasta en las paredes, el interiorismo viene a re-
forzar por sí solo el concepto del ‘jazz club’, sin necesidad de explicarlo a cada paso, con un simple ejercicio estético que funciona y da sentido al mensaje. Por eso, y por otras cosas más, Sinners Club se ha convertido en un fijo de la coctelería vallisoletana que evoluciona a pasos agigantados. Lo mejor es buscar sus puertas por la noche, sin perder de vista la programación musical, y aguan- tar, si se puede, hasta las cuatro de la madrugada.
Lola Campoamor
Fotos cedidas por Sinners Club
Carnet de identidad
 SinnerS Club
Plaza Universidad, 11 47002 Valladolid
   


















































































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